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HISTORIETA, ARTE E IDENTIDAD

  

    Así como toda pintura no es arte, tampoco toda historieta es obra de arte. Hay pinturas que son obras de arte e historietas que también lo son. Considerar la historieta un arte menor o como dicta el diccionario: Fábula, cuento o relación breve de aventuras o suceso de poca importancia es de por sí una peyorativa actitud hacia un medio gráfico de comunicación social que ha alcanzado el rango de verdadero arte y no es por cierto un arte menor, aunque a muchos que hacen historietas les alcance este calificativo. La historieta cuando es arte tiene, como todo arte, una faz estética y otra ética, es formativa e informativa a la vez. En ese sentido guarda la kalokagathia, palabra ésta con la cual los griegos definían al arte y significaba el complemento de lo bello y lo bueno.

   Hay dos aspectos esenciales constitutivos de la obra de arte, el ser y el existir, pues todo arte debe portar a través de lo singular, visible y existencial un aspecto invisible o esencial. Sin este complemento de armonía por oposición, no hay arte, hay simple manifestación fenoménica, existencia sin esencia, pura cáscara sin alimento o substancia interior. Si una manifestación humana, cualquiera esta sea, no alcanza a través de visible lo esencial que es invisible a los ojos carnales, según la profunda y sabia frase que Saint-Exupery pone en boca de El Principito, entonces no hay arte. En tal caso tenemos, como Marechal expresa en su poema del Robot, un objeto sin alma: “Pienso en mi alma.: El hombre que construye a Robot/ necesita primero ser un Robot él mismo / vale decir podarse y desvestirse/ de todo su misterio primordial”, sin el cual no hay arte, sino simulacro de cultura, construyéndose así una civilización tecnológica que amenaza a la verdadera cultura de los hombres y a la identidad de los pueblos. A ello contribuye una historieta de la dependencia que se instrumenta a través de una contracultura sistemática y asistemática que degrada y por la cual los imperialismos nos importan modelos de dominación cultural extraños a nuestra tradición y destino que esteriliza nuestra identidad y sirve para alienar y ahogar en el reino de la cantidad al espíritu de los pueblos de América criolla. De ahí la importancia de la historieta. La crítica de arte ha descuidado, por cierto, a esta genuina manifestación de la cultura. La historieta contribuye no sólo a la formación del niño y del adolescente. No es un género sólo para niños y jóvenes sino para adultos también, porque, la historieta que es un formidable instrumento para modelar el carácter, debe, como expresión de arte latinoamericano y específicamente argentino tener una visión trascendente desde su propio cielo, pues el arte es el idioma universal que cada pueblo habla con su propio acento.

 

Antonio O. Iannarelli